El 22 de octubre de 1.944 pilotaba el avión Douglas A-26B-15-DT Invader, junto a mi compañero John Hurek, regresábamos a base en Inglaterra después de un viaje de reconocimiento a Marruecos, por la mañana un motor empezó a fallar, comenzaron a salir llamaradas de él y sobre las once e media, sobrevolamos Laxe, dando varias vueltas para intentar aterrizar en la playa, al ver que era imposible, la cabina comenzaba a llenarse de humo dificultando la visibilidad, cambiamos de rumbo y nos dirigimos a la playa de Traba donde aterrizamos sobre la barriga, rápidamente comenzó a llegar gente, nos negamos a bajar hasta que no llegasen las autoridades, no podíamos quedar allí, las llamaradas aumentaban con riesgo de explotar el avión. Aquel non era un país aliado, tras poner pies en la arena quemé la documentación y grité: ¿telephone, telephone?, mientras Jhon gesticulaba para que la gente se separara del avión.
Aquella hazaña fue plasmada por el fotógrafo local de Laxe José Vidal. Eugene Casale, tras seis meses detenido, regresó a los Estados Unidos, nunca más pilotaría un avión, ejerció como ingeniero mecánico y criador de perros hasta la jubilación.
Con el paso de los días el avión mostraba su esqueleto, no por la arremetida del mar, si no por las manos ajenas, su fuselaje se empleó para fines pacifistas, una cancela para una huerta, un gallinero, una cubierta de techo. Hasta desapareció el único motor que funcionaba. El barco más rápido de A Costa da Morte estaba en Camelle, zumbaba como un avión, nunca mejor dicho, instalara el motor del Douglas en el barco, pero aquella andadura duró poco tiempo, ya que los motores de aviones no tienen marcha atrás.